viernes, 15 de febrero de 2013

Cuando los Séptimos recuperan su nombre



“Todo pasa y todo queda. Pero lo nuestro es pasar…” (Ay, Machado. Cuántas veces invades mi boca. Bribón).
Si algo he aprendido de estos meses es a sentir lo que toco, ver lo que miro, escuchar lo que oigo. Al menos, me he iniciado en esta disciplina, porque la curva de aprendizaje es dura. Como la vida misma, pero merece la pena.
Dejando de un lado la semántica, Séptimo es todo aquello que he hecho con alguien especial estos meses. Desde hacer la compra hasta pasear por los más indómitos montes, hasta convertirme en hobbit por unas horas. Con frío, con calor, con lluvia. Entre la niebla. Esto me deja claro que ni lunes, ni martes ni miércoles, ni siquiera domingo. El Séptimo día es ese minuto, ese fresco de última hora, ese pájaro de mañana.
Nuestro camino llega a su fin. Caminarlo con vosotros es lo mejor que he podido hacer. Tengo mucho que agradeceros, pero todo en su momento: aún me queda un Séptimo diferente por recorrer y por lo tanto, una crónica más (¡como mínimo!).
Hasta entonces, esta sigue siendo vuestra casa, vuestro salón, vuestro fuego. Siento cerca la primavera. Será que el sol ya es distinto, será que mis ojos no son los mismos. Por el momento, imagen de Cachamuíña, el paseo alrededor del embalse que le da nombre, cerquita de Ourense, cómodo y asequible para dejarse llevar por las luces de ese atardecer cerca de la ciudad, pero en otro sitio, diferente, vivo, familiar…
Como siempre, y al menos por una vez más ¡hasta el Séptimo que viene! 
Lo sé. Mucho ruido. Pero bastantes nueces, no os quejéis. Ante todo, no agrandéis la foto. Quedaos con el mensaje. Es un aviso de la Dirección General Contra la Mala Praxis Fotógrafa (DGMPF). LLOVÍA MUCHO, VALE.