“Todo pasa y
todo queda. Pero lo nuestro es pasar…” (Ay, Machado. Cuántas veces invades mi
boca. Bribón).
Si algo he
aprendido de estos meses es a sentir lo que toco, ver lo que miro, escuchar lo
que oigo. Al menos, me he iniciado en esta disciplina, porque la curva de
aprendizaje es dura. Como la vida misma, pero merece la pena.
Dejando de un
lado la semántica, Séptimo es todo aquello que he hecho con alguien especial
estos meses. Desde hacer la compra hasta pasear por los más indómitos montes,
hasta convertirme en hobbit por unas horas. Con frío, con calor, con lluvia. Entre
la niebla. Esto me deja claro que ni lunes, ni martes ni miércoles, ni siquiera
domingo. El Séptimo día es ese minuto, ese fresco de última hora, ese pájaro de
mañana.
Nuestro camino
llega a su fin. Caminarlo con vosotros es lo mejor que he podido hacer. Tengo mucho
que agradeceros, pero todo en su momento: aún me queda un Séptimo diferente por
recorrer y por lo tanto, una crónica más (¡como mínimo!).
Hasta
entonces, esta sigue siendo vuestra casa, vuestro salón, vuestro fuego. Siento cerca
la primavera. Será que el sol ya es distinto, será que mis ojos no son los
mismos. Por el momento, imagen de Cachamuíña, el paseo alrededor del embalse
que le da nombre, cerquita de Ourense, cómodo y asequible para dejarse llevar
por las luces de ese atardecer cerca de la ciudad, pero en otro sitio,
diferente, vivo, familiar…
Como siempre,
y al menos por una vez más ¡hasta el Séptimo que viene!