domingo, 6 de enero de 2013

Un año que se acaba, otro que empieza. La lenteja en la copa de cava, enfoque manual y chocolate para brindar al son de la marcha Radetzki desde la torre de Vilanova dos Infantes.



Puertas con encanto en Vilanova dos Infantes.

“La noche de fin de año me enamoré.
Cuando te vi por primera vez, supe que eras inalcanzable. En cuanto apareciste, todos enmudecimos. Mientras, tú allí, distante, indiferente, superior.
Después, todo cambió. Nos sentamos, pedimos algo mientras esperábamos a que la música marcase nuestras pulsaciones, como una línea más de la partitura que estábamos interpretando. Sin aviso, te me ofreciste. Tú, única, espléndida. Yo, temblor de amante principiante.
Al principio estabas fría. Eso lo puedo recordar. En mi primer contacto contigo, sentí el absurdo temor de hacerte daño. Pero sólo duró un instante: ¿cómo te podría herir en aquel acto de veneración?  Fuera las armaduras, a partir de ahí, la tibieza nos recorrió como si fuésemos uno. Miramos con los mismos ojos, nos maravillamos con la misma luz, y el compás marcó nuestras almas al unísono, perfecto leitmotiv.
Satisfecha nuestra voracidad el uno del otro, te miré, te sonreí, te devolví.
Oh, cámara réflex.”
Juegos de arcos y piedra.
Escaleras que invitan a leer.
 Mi noche de fin de año fue breve, pero intensa. Esta es mi particular (y erótico-festiva) forma de felicitaros el año nuevo. No os sintáis engañados por mí, mi corazón sólo os pertenece a vosotros, ya lo sabéis. Pero entendedme…
Quedé con unos amigos para tomar una copa y brindar a nuestras saludes. Después del ritual de chapa y pintura adornado con uvas de la suerte, bajé a la calle para dejarme imbuir por el espíritu festivo. Y nada mejor que dejar constancia en forma de fotografías… A nuestro grupo se unió un compañero que traía consigo el instrumento de mi tortura, la causa de mis picos febriles nocturnos, mi nuevo suspiro. ¡Qué cámara! Yo siempre decía que bueno, que con mi semiautomática iba a tirar, que de momento no necesitaba nada más, que ya vería, quizás en unos años.
Jamón. Guijuelo.
Mi querida semiautomática es mi compañera de camino y reportera de séptimos. Con ella he podido captar recuerdos para mí, para mi familia, para todos vosotros. Además, originalmente perteneció a un buen amigo mío, fotógrafo de profesión, lo que hace que me sienta por fin aprendiz de esta arte maravillosa (con más o menos suspensos). Pero oye, es que la he tenido entre las manos, y… Bueno, te remito al inicio de esta crónica.
Brindis, risas y anécdotas en la mejor de las compañías. Las ganas empezaban a bullir con la música que iba progresando en el local. En la pista, un animado grupo de señores lo daba todo, conminándonos poderosamente a hacer lo propio. Pues qué narices, nosotros no vamos a ser menos. Y así, entre pieza y pieza me daba cuenta de que ni había bajado con algo rojo, ni había hecho bien el sortilegio de la lenteja. Para los que no lo sepáis, se supone que antes de las 12 había que comerse una lenteja cruda y meter en la copa de cava algo de oro. Yo me hice un remix muy propio de mi estado aneuronal, pasé del oro (¡lo importante es tener salud!) y metí una lenteja en la copa de cada uno de los miembros de mi familia.
Como este blog es lo más trendy de la red, entiendo que queda establecida una nueva tradición, aunque aún no tengo del todo claro el efecto que he conseguido: ¿buenaventura? ¿Riqueza? ¿Amor?
Por favor, que sea una réflex. Os lo comunicaré en cuanto lo averigüe.
Pero a mí me quedaba todo un Séptimo por delante. Y no un Séptimo cualquiera, septimista, que me lees con devoción. El Primer Séptimo del Año.
Uno de los preceptos de estos séptimos es disfrutar del tiempo libre con aquellos que te rodean, así que tocaba recuperar viejas tradiciones. Desde que me dieron permiso para ello, yo iba a la peluquería, me ataviaba con mis mejores galas y salía toda la noche para celebrar el cambio de año. Cuando rayaba el alba, y los locales decidían empezar a cerrar, no podíamos hacer otra cosa que estrenar la primera mañana del año con un chocolate. Entonces este era el punto en el que te veías con el sol en lo alto y tú con unas pintas que cuestionaban seriamente la profesión para la que te estabas formando. Un ejército de seres surgidos de las tinieblas, enfundados en negro y lentejuelas, con los vestigios de las pinturas de guerra que anuncian la retirada, andares vacilantes de quien siente las punzadas del exceso, sea en forma de alcohol, sea en forma de centímetros de tacón. Yo me empeñaba en mantener mi dignidad. Nunca me habréis visto cruzar la calle con los zapatos en las manos. Pero ¡ah, querido amigo! Una vez que llegas al portal, está ya todo escrito, y te puedes abandonar al mayor de los desmayos. Metida la llave en la puerta, y saludados tus progenitores con el último aliento de tu dignidad, me dejaba caer en la cama, antigua princesa ahora convertida en doncella estropajo de la noche.
Después de esto, sólo puedo decir que la imagen hasta a mí se me antoja espeluznante.
Yo sabía que no iba a poder culminar tamaña proeza. Digamos que mis ritmos horarios semanales están tan cincelados en mí que me impiden dormir durante las horas de día. Al menos si no tengo apuntes delante... Alternativa bizarra: volver a los tiempos de tierna infancia. Diez y media de la mañana en pie, preparada para asistir al Concierto de Año Nuevo con mi habitual compañera de séptimos, que es habitual de estas lides. Para dar el empaque que la ocasión se merece, y dado que mis vestiduras eran impropias (no creo que te dejen entrar en el palacio de la música vienés en chándal) me adorné con la taza de chocolate más espeso y sabroso a este lado del río Miño. Chocolates Chaparro, de Ourense, para el mundo.
He aquí el elixir de la vida. La cuchara se mantenía de pie.
 La verdad, todo muy bonito. La música, las flores, el empaque de la espectadora japonesa con su kimono dorado, la tátara-tátara-nieta del violinista protagonista de este año. Lo único poco convincente  fue la historia-performance de amor de los dos jóvenes que se marchan de luna de miel, que de tan perfecta,  estimulaba mi centro de la náusea. Pero vamos, que se les concede, porque entiendo que el mundo de la música ha de tener el onirismo como uno de sus motores. Sólo por eso, ¿eh? Porque manda truco. A mí si me persiguiese allá donde voy un quinteto de cuerda, me plantearía seriamente varias opciones: o bien es una nueva modalidad de El Cobrador del Frac, o bien esas setas de ayer a la noche estaban muy buenas pero por razones distintas a las que yo creía. En todo caso, Marcha Radetzki y a surcar el Danubio Azul, aplauso contenido (sí, en mi casa aplaudimos, lo vivimos todo con mucha pasión) y a preparar la mesa, que se hace tarde…
Plaza y fuente inaugurada por políticos de cuyo nombre no me quiero acordar.

Reportajes de Año Nuevo. La fotógrafa que fotografía a la fotógrafa que fotografía...
Piedra y Madera.
Comidas que se prolongan, la tarde que llega, pero aún teníamos que buscaros la excursión del día. En esta ocasión os propongo la visita a una pequeña villa llena de encanto: Vilanova dos Infantes. http://www.terradecelanova.com/html/vilanova.htm
Torre de Vilanova dos Infantes.

Antiguo hospital.
Con su torre, el último vestigio del castillo destruido durante las Guerras Irmandiñas, reclama al viajero desde la carretera. Sus calles de piedra, las casas señoriales, el antiguo hospital y la iglesia parroquial, recibe miles de visitantes cada año. Pero Vilanova tampoco se ha librado de esta crisis, que por omnipresente, afecta a todos y a todo. La torre se encuentra cerrada a las visitas, el descuido por parte de Patrimonio se deja notar, y al final, unos vienen y otros se van, pero nadie construye un proyecto de futuro. Tal vez por eso la Galega estaba haciendo un reportaje, y tal vez era lo que reclamaba el alcalde cuando nosotros llegamos. De todos estos temas hablamos con un hombre, pragmático pero formado y con las ideas claras, que nos contaba los problemas que surgen cuando se cruzan en el camino los intereses políticos. Creo firmemente que hubo más Congreso en aquella plaza entre aquel señor y nosotros de lo que nunca se dará en un gobierno. Pero estas son cosas que pasan y mientras se les oiga la voz, todo va bien. Mi más sincero apoyo y mi ferviente invitación a que os dejéis llevar por las calles del pueblecito, sus verjas de hierro, sus geranios en las escaleras, sus atardeceres entre los hórreos de madera roja. Mientras, la torre se despedía y Celanova nos llamaba. Pero las horas son breves, querido lector, así que eso será historia de otro Séptimo, pues para escribirlos, mi pequeña semiautomática y yo necesitamos luz…
Mi pequeña semiautomática…
¡Si al final nos queremos y todo!  
Sol que se escapa, fin de la tarde.
Iglesia de Vilanova dos Infantes.
 Un Séptimo que se va y otro que se viene. Las crónicas se solapan por haber movido fechas, Segundos con Séptimos a continuación que no nos dejan la semana de rigor para presentaros mis respetos. Pero no importa: la Historia siempre se ha escrito así. Sobre la marcha.
¡Hasta el Séptimo que viene! Séptimo de Reyes desde la República de este blog, pasad, sentaos, coged el chocolate que os he preparado para que no me odiéis por no probar esta delicatesen, y escribidlo conmigo.
Cementerio de Vilanova dos Infantes, atardecer.

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