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Puertas con encanto en Vilanova dos Infantes. |
“La noche de
fin de año me enamoré.
Cuando te vi
por primera vez, supe que eras inalcanzable. En cuanto apareciste, todos
enmudecimos. Mientras, tú allí, distante, indiferente, superior.
Después, todo
cambió. Nos sentamos, pedimos algo mientras esperábamos a que la música marcase
nuestras pulsaciones, como una línea más de la partitura que estábamos
interpretando. Sin aviso, te me ofreciste. Tú, única, espléndida. Yo, temblor
de amante principiante.
Al principio
estabas fría. Eso lo puedo recordar. En mi primer contacto contigo, sentí el
absurdo temor de hacerte daño. Pero sólo duró un instante: ¿cómo te podría
herir en aquel acto de veneración? Fuera
las armaduras, a partir de ahí, la tibieza nos recorrió como si fuésemos uno. Miramos
con los mismos ojos, nos maravillamos con la misma luz, y el compás marcó
nuestras almas al unísono, perfecto leitmotiv.
Satisfecha
nuestra voracidad el uno del otro, te miré, te sonreí, te devolví.
Oh, cámara
réflex.”
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Juegos de arcos y piedra. |
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Escaleras que invitan a leer. |
Mi noche de
fin de año fue breve, pero intensa. Esta es mi particular (y erótico-festiva) forma
de felicitaros el año nuevo. No os sintáis engañados por mí, mi corazón sólo os
pertenece a vosotros, ya lo sabéis. Pero entendedme…
Quedé con
unos amigos para tomar una copa y brindar a nuestras saludes. Después del
ritual de chapa y pintura adornado con uvas de la suerte, bajé a la calle para
dejarme imbuir por el espíritu festivo. Y nada mejor que dejar constancia en
forma de fotografías… A nuestro grupo se unió un compañero que traía consigo el
instrumento de mi tortura, la causa de mis picos febriles nocturnos, mi nuevo
suspiro. ¡Qué cámara! Yo siempre decía que bueno, que con mi semiautomática iba
a tirar, que de momento no necesitaba nada más, que ya vería, quizás en unos
años.
Jamón.
Guijuelo.
Mi querida
semiautomática es mi compañera de camino y reportera de séptimos. Con ella he
podido captar recuerdos para mí, para mi familia, para todos vosotros. Además,
originalmente perteneció a un buen amigo mío, fotógrafo de profesión, lo que
hace que me sienta por fin aprendiz de esta arte maravillosa (con más o menos
suspensos). Pero oye, es que la he tenido entre las manos, y… Bueno, te remito
al inicio de esta crónica.
Brindis,
risas y anécdotas en la mejor de las compañías. Las ganas empezaban a bullir con
la música que iba progresando en el local. En la pista, un animado grupo de
señores lo daba todo, conminándonos poderosamente a hacer lo propio. Pues qué
narices, nosotros no vamos a ser menos. Y así, entre pieza y pieza me daba
cuenta de que ni había bajado con algo rojo, ni había hecho bien el sortilegio
de la lenteja. Para los que no lo sepáis, se supone que antes de las 12 había
que comerse una lenteja cruda y meter en la copa de cava algo de oro. Yo me
hice un remix muy propio de mi estado aneuronal, pasé del oro (¡lo importante
es tener salud!) y metí una lenteja en la copa de cada uno de los miembros de
mi familia.
Como este
blog es lo más trendy de la red, entiendo que queda establecida una nueva
tradición, aunque aún no tengo del todo claro el efecto que he conseguido:
¿buenaventura? ¿Riqueza? ¿Amor?
Por favor,
que sea una réflex. Os lo comunicaré en cuanto lo averigüe.
Pero a mí me
quedaba todo un Séptimo por delante. Y no un Séptimo cualquiera, septimista,
que me lees con devoción. El Primer Séptimo del Año.
Uno de los
preceptos de estos séptimos es disfrutar del tiempo libre con aquellos que te
rodean, así que tocaba recuperar viejas tradiciones. Desde que me dieron
permiso para ello, yo iba a la peluquería, me ataviaba con mis mejores galas y
salía toda la noche para celebrar el cambio de año. Cuando rayaba el alba, y
los locales decidían empezar a cerrar, no podíamos hacer otra cosa que estrenar
la primera mañana del año con un chocolate. Entonces este era el punto en el
que te veías con el sol en lo alto y tú con unas pintas que cuestionaban
seriamente la profesión para la que te estabas formando. Un ejército de seres
surgidos de las tinieblas, enfundados en negro y lentejuelas, con los vestigios
de las pinturas de guerra que anuncian la retirada, andares vacilantes de quien
siente las punzadas del exceso, sea en forma de alcohol, sea en forma de
centímetros de tacón. Yo me empeñaba en mantener mi dignidad. Nunca me habréis
visto cruzar la calle con los zapatos en las manos. Pero ¡ah, querido amigo!
Una vez que llegas al portal, está ya todo escrito, y te puedes abandonar al mayor
de los desmayos. Metida la llave en la puerta, y saludados tus progenitores con
el último aliento de tu dignidad, me dejaba caer en la cama, antigua princesa
ahora convertida en doncella estropajo de la noche.
Después de
esto, sólo puedo decir que la imagen hasta a mí se me antoja espeluznante.
Yo sabía que
no iba a poder culminar tamaña proeza. Digamos que mis ritmos horarios semanales
están tan cincelados en mí que me impiden dormir durante las horas de día. Al
menos si no tengo apuntes delante... Alternativa bizarra: volver a los tiempos
de tierna infancia. Diez y media de la mañana en pie, preparada para asistir al
Concierto de Año Nuevo con mi habitual compañera de séptimos, que es habitual
de estas lides. Para dar el empaque que la ocasión se merece, y dado que mis
vestiduras eran impropias (no creo que te dejen entrar en el palacio de la
música vienés en chándal) me adorné con la taza de chocolate más espeso y
sabroso a este lado del río Miño. Chocolates Chaparro, de Ourense, para el
mundo.
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He aquí el elixir de la vida. La cuchara se mantenía de pie. |
La verdad,
todo muy bonito. La música, las flores, el empaque de la espectadora japonesa
con su kimono dorado, la tátara-tátara-nieta del violinista protagonista de
este año. Lo único poco convincente fue la
historia-performance de amor de los dos jóvenes que se marchan de luna de miel,
que de tan perfecta, estimulaba mi
centro de la náusea. Pero vamos, que se les concede, porque entiendo que el
mundo de la música ha de tener el onirismo como uno de sus motores. Sólo por
eso, ¿eh? Porque manda truco. A mí si me persiguiese allá donde voy un quinteto
de cuerda, me plantearía seriamente varias opciones: o bien es una nueva
modalidad de El Cobrador del Frac, o bien esas setas de ayer a la noche estaban
muy buenas pero por razones distintas a las que yo creía. En todo caso, Marcha
Radetzki y a surcar el Danubio Azul, aplauso contenido (sí, en mi casa
aplaudimos, lo vivimos todo con mucha pasión) y a preparar la mesa, que se hace
tarde…
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Plaza y fuente inaugurada por políticos de cuyo nombre no me quiero acordar. |
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Reportajes de Año Nuevo. La fotógrafa que fotografía a la fotógrafa que fotografía... |
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Piedra y Madera. |
Comidas que
se prolongan, la tarde que llega, pero aún teníamos que buscaros la excursión
del día. En esta ocasión os propongo la visita a una pequeña villa llena de
encanto: Vilanova dos Infantes.
http://www.terradecelanova.com/html/vilanova.htm
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Torre de Vilanova dos Infantes. |
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Antiguo hospital. |
Con su torre,
el último vestigio del castillo destruido durante las Guerras Irmandiñas,
reclama al viajero desde la carretera. Sus calles de piedra, las casas
señoriales, el antiguo hospital y la iglesia parroquial, recibe miles de
visitantes cada año. Pero Vilanova tampoco se ha librado de esta crisis, que
por omnipresente, afecta a todos y a todo. La torre se encuentra cerrada a las
visitas, el descuido por parte de Patrimonio se deja notar, y al final, unos vienen
y otros se van, pero nadie construye un proyecto de futuro. Tal vez por eso la
Galega estaba haciendo un reportaje, y tal vez era lo que reclamaba el alcalde
cuando nosotros llegamos. De todos estos temas hablamos con un hombre,
pragmático pero formado y con las ideas claras, que nos contaba los problemas
que surgen cuando se cruzan en el camino los intereses políticos. Creo firmemente
que hubo más Congreso en aquella plaza entre aquel señor y nosotros de lo que
nunca se dará en un gobierno. Pero estas son cosas que pasan y mientras se les
oiga la voz, todo va bien. Mi más sincero apoyo y mi ferviente invitación a que
os dejéis llevar por las calles del pueblecito, sus verjas de hierro, sus
geranios en las escaleras, sus atardeceres entre los hórreos de madera roja. Mientras,
la torre se despedía y Celanova nos llamaba. Pero las horas son breves, querido
lector, así que eso será historia de otro Séptimo, pues para escribirlos, mi
pequeña semiautomática y yo necesitamos luz…
Mi pequeña
semiautomática…
¡Si al final
nos queremos y todo!
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Sol que se escapa, fin de la tarde. |
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Iglesia de Vilanova dos Infantes. |
Un Séptimo
que se va y otro que se viene. Las crónicas se solapan por haber movido fechas,
Segundos con Séptimos a continuación que no nos dejan la semana de rigor para
presentaros mis respetos. Pero no importa: la Historia siempre se ha escrito
así. Sobre la marcha.
¡Hasta el
Séptimo que viene! Séptimo de Reyes desde la República de este blog, pasad,
sentaos, coged el chocolate que os he preparado para que no me odiéis por no
probar esta delicatesen, y escribidlo conmigo.
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Cementerio de Vilanova dos Infantes, atardecer. |