Cada semana
actualizo este blog con espíritu de universalidad. Trato de que cualquiera que
lea una de mis crónicas sienta que la está viviendo en primera persona. Querido
lector, en este salón, al lado de este fuego, nos sentamos todos.
Esta
aclaración es IMPRESCINDIBLE para que tengáis en cuenta la consideración que le
daré al relato de los hechos. Cuando hablamos con personas que han vivido más
Séptimos que nosotros, aluden a los hechos históricos de su vida con cosas
como:
-Pude ver en
mi primera tele la llegada del hombre a la Luna.
-Viví la
caída del Muro de Berlín.
-Y así se creó
la Constitución Española.
-Vaya movida
lo del caso GAL, qué tiempos aquellos.
-Antes, todo
esto era campo.
-Sí, qué
momento el de la inauguración de la TVG.
-“Mi agüita
amarilla” marcó un antes y un después en mi infancia. La Bola de Cristal sí que
era un programa…
-Vi en el
cine la primera actuación de Brad Pitt (“Thelma y Louise”) y me dije “este chico
tiene futuro…”
La cena se plantea interesante... |
¡Huid, insensatos! |
¿Lo veis? Hay
ciertas cosas que simplemente hay que ver porque pasas a formar parte de algo
grande. Y alcanzar un hito de tal calibre durante la preparación del MIR es
ciertamente complicado. No existe la semana para nosotros, horario comercial,
qué es eso, no mira, soy yo, es que me he dejado barba porque me gusta, en
serio. Pero amigos septimistas, lo hemos conseguido.
Acudimos en
el primer fin de semana de estreno a ver “El hobbit” (o “El Jobi”, como decía
la simpática taquillera).
Hay críticas
para todos los gustos. Algunas tan fundadas como “demasiados enanos”. Es como
decir, “jo, es que la media de altura ha descendido tanto que ya no me
sulivella”. Hola. Son doce Enanos y un Mediano. Sí. Son bajos. Cosas que pasan.
Otras son más
certeras y puedo comprenderlas. El ritmo de la película a veces es complicado,
y la batalla final puede dejar un regusto de anticlímax en el espectador. Pero
qué queréis que os diga. Hay que partir de que está basada en un libro en
apariencia sencillo y enfocado al público infantil y juvenil. Y digo en
apariencia, porque no olvidéis que se trata del origen de un mundo
tremendamente complejo que el maestro Tolkien se encargó de dejar escrito para
que generaciones y generaciones de amantes de la épica fantástica pudieran
llenar los foros con la pasión por una historia que ha dado incluso para crear
asignaturas que provocaban lleno absoluto en las universidades. El reflejo de
una sociedad decadente a comienzos ya de siglo XX, la decepción por una
humanidad que se expande en una batalla contra la Naturaleza, la llamada a la
redención, al cambio, a la recuperación del respeto por lo que nos rodea. Con
más o menos acierto, más o menos aplicable a nuestros días, este es el legado
de uno de los escritores más grandes. Podremos discutir su calidad literaria, o
más bien, hasta qué punto se pueden tolerar descripciones de cinco páginas de
media acerca de un bosque, o canciones intercaladas en batallas que duran más
que los yogures de piña en la nevera. Para gustos, colores. Unos los prefieren
Hombres, otros Hobbits, otros Elfos o Enanos. Algún rarito, Orcos. Pero casi
nadie se queda con los Ents. Quizás ya no tenemos ganas de arrellanarnos en el
sofá y dejar que las horas se pasen en un viaje singular y personal. Ahora todo
es correr. Ahora todo es, como mucho, en ciento cuarenta caracteres.
No veáis el montaje que tengo con Gandalf y yo de hobbit. Impagable. |
En todo caso,
Peter Jackson consiguió, para mí, el punto exacto de equilibrio entre el cuento
y la leyenda, entre lo mundano y lo épico. Las imágenes son lo esperable,
habiendo sido grabadas en semejante paraíso natural. La gran ventaja es que
vivimos en Galicia, y eso de ir paseando y decir “por ahí bajarían orcos
disparando flechas a Boromir”, “anda, mira, ahí estaría esperándome el Nazgul”,
“jo, qué parecido tienen los Cañones do Sil con el Anduin…” da puntos para el
fan. Los efectos especiales, el diseño de los personajes, los guiños de
conexión con “El Señor de los Anillos”, y sobre todo, gracias por rehacer los wargos, ahora SÍ lo
has conseguido. Y qué queréis que os diga, mejoró las canciones. Porque sin
rubor alguno admito que me leí tres veces el libro y las dos últimas ya me
salté todas las puñeteras odas, que me crispaban a más no poder, por Ilúvatar.
Veo águilas, no digo más. |
Así que este
Séptimo, aparte de aprovechar la mañana en cuestiones más terrenales, tirando
de los titánicos horarios navideños de compra (qué le vamos a hacer, pero con
café en buena compañía de por medio, todo se compensa), fui hobbit por dos
horas y cincuenta minutos, con títulos de crédito incluidos. Y no es
metafórico: fui vestida de hobbit. Con pies peludos y chanclas. Y me hice
fotos. Y aplaudí al final de la película. Y todos eran unos sosos pasivos que
tuvieron que pasárselo, por narices (o más bien, por pies), mucho peor que yo.
Porque algún
día yo podré decir “yo fui al estreno de El Hobbit, y antes que eso, al de cada
una de las partes de El Señor de los Anillos, ¿sabes, mi pequeño gato?”
Y rompiendo un poco con la tradición de este blog... Ahí va un cachito de hobbit. |
¡Hasta el
Séptimo que viene! Os informo de que estamos a partir de ahora en horario de “vacaciones
de Navidad”. Esto quiere decir que los Séptimos pasan a los festivos. ¡Pero que
el ánimo no decaiga! Buscaré la crónica allá donde tenga que hacerlo con el
mismo ahínco que de costumbre. Porque he aprendido de la grandeza de la gente
pequeña.
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