jueves, 27 de septiembre de 2012

La Ciclogénesis Explosiva II y otros cuentos

No todos los Séptimos tienen que ser tan especiales o diferentes. Al menos desde el punto de vista del amable lector.
Tenemos un factor condicionante para esto, y se llama comienzo del otoño. Parece que hasta que nuestros cuerpos se ajustan al pasmo del final del verano, con los agravantes del IVA, del recibo de la luz ahora que se han igualado las noches y los días para empezar a sobrepasar el tiempo los primeros, y a la operación Pokemon (qué le queréis, está en nuestras conversaciones hasta en wushu), los días se ponen más desganados.
Con una salvedad: yo misma. Festejo la llegada del otoño y del invierno como la que más. Para muestra, un botón: el otro día saqué las botas. Y no me tembló el pulso.
Pero claro, hay inclemencias contra las que una no puede luchar.
Así que os propongo el plan de los días lluviosos con rachas de viento mortales que arrancan árboles y los colocan, traviesas ellas, en medio de la carretera.
Aceptando las horas de sueño como un regalo venido de las alturas, por la mañana me dediqué a labores de costura. Para los que no lo hayáis descubierto ya (conste que no pretendía mencionarlo en este blog, pero así es la vida), soy cosplayer. Y no hay nada más duro para esta especie que el verano del MIR. Tiempo, tiempo, lo que es tiempo, justito. Pero he dado el paso más duro: hacer los patrones y cortar la tela. Lo demás, coser y cantar (oh, aplauso por la ocurrencia). He de decir que como no me fiaba del todo de mi corte, lo hice primero en papel y quedó digno de la pasarela Cibeles. El mundo nunca lo verá, una gran pérdida.
Y la tarde… No soy muy original, pero tenía verdaderas ganas de una visita familiar al pueblo de mi madre. San Tomé de Ramirás, cerca de Celanova, es un pequeño núcleo que como muchos otros se está quedando sin habitantes. Los más ancianos mueren y nadie quiere ir allí.  Ley de vida, éche o que hai. Así que nos encaminamos directamente a ver a mi familia a la Bulleira.
Y a partir de aquí, son historias propias que no os ayudan, pero en las que seguro os veis reconocidos. La cocina. Todos alrededor de la mesa. Charlar. Reír. Novedades. La tía Celia tan guapa como siempre, divaga un poco de más últimamente, pero sigue con esa mirada y esas manos. Y el tiempo pasa…
Y claro. Árbol en medio de la carretera, papá ni se te ocurra volver otra vez por el monte, que con la ida vas que te matas (y si hacemos la vuelta, pues a lo mejor, se cumplen tus expectativas de viaje). Regreso intempestivo por Celanova. Gruesa niebla sobre la ciudad de Ourense en su valle, dejando que la manta la tape y hasta otro día, a mí no me rindáis cuentas, que fuisteis vosotros los que os asentasteis aquí.
Ni qué decir tiene que os estoy engañando. Esta foto la saqué hoy, porque aquel día la cosa no estaba apetecible para sacar la cámara ni de la funda. Así que no hay muestras del árbol caído ni de nada por el estilo. ¡Cuánto morbo!
Supongo que no era lo que esperabais. Pero es que no se pueden escribir siempre grandes historias. Eso os pasará a vosotros también, y por eso podéis deducir que sin embargo y pese a lo anodino de la redacción…
Para mí ha sido un gran Séptimo. De los mejores.
¡Hasta el Séptimo que viene!


domingo, 23 de septiembre de 2012

Baiona, A Real (verídico). Segunda Parte.

Si miráis a través de los barrotes de la Torre del Príncipe, en vuestro paseo por dentro de la muralla, podéis daros cuenta de lo que veía al levantarse por las mañanas...
Como desde pequeña he ido a esta villa en septiembre, cuando los bullicios y las fiestas  se han acabado, lo he tomado siempre como un retiro espiritual. Ya desde niña lo apreciaba así. Mis amigos eran abuelos ya en su mayoría, marineros retirados y otros jubilados, algunos conocidos de Ourense, que se pasaban allí el verano entero.
Yo iba a la playa con mi libro. Quin me miraba sin entender (“pero esta niña, en  la playa y con los libros, ¿no está de vacaciones?”) e intentaba enseñarme a leer el viento en las banderas de la muralla. Yo no comprendía su funcionamiento, o simplemente me distraía el vuelo de una gaviota. Se enfadaba un poco conmigo y me lo volvía a repetir, paciente.
Solía ir a nadar con José Benito. Él me miraba con el mismo cariño con el que miraba a su nieta. Siempre sonreía, siempre estaba feliz. Algunos se han ido, porque el tiempo pasa. Y la verdad es que me queda un agujerillo ahí, y una sensación de nostalgia cuando llego a esas rocas.
Menos mal que sobreviví a la aventura de meterme con resaca en la Cuncheira, mientras José (otro José, siempre atlético, barba recortada, gafas de sol y energía al viento) sólo me decía “nada, lo mejor es no luchar contra la corriente, ya llegaremos”. En mi interior maldecía a con todo mi armamento malsonante de la infancia tardía. Pero ahora vuelvo a saludarlo, y cuando me ha visto este año, ha sido su cara la que se pintó de nostalgia. “Tú probablemente no te dés cuenta, porque eres muy joven, pero el tiempo pasa demasiado deprisa, y ya vamos viejos. No tanto físicamente, pero sí aquí”. Y apoya su palma en el pecho.
Pues hala, otro agujerillo para la colección. Yo le saco hierro y cambio de tema, pero sé que tiene razón.
Hasta que… chan chan chan. Este año ha sido especial.
Este año he hecho un nuevo amigo.
Las flores. Silvestres. Poderosas. Perfectas. De septiembre...
Doy la vuelta a la muralla. Hago fotos. Los turistas me miran con la desconfianza de quien teme salir en un encuadre delator. Observo. Escucho. Hace calor. Mis padres duermen la siesta. Después los recogeré y subiremos al parador. Mis pasos me llevan a la playa del castillo. Dejo de sacar fotos, cámara en mano, mi mente vaga y mi vista también. Un hombre de mediana edad está sentado en las escaleras. Cruzamos la mirada, él sonríe, ojos de ilusión azul. Giro la cara, vuelvo a mirar, y sigue allí.
Y para todas las almas calenturientas que esperan un romance, están muy equivocados, leche. Que lo tengo que decir todo.
Que qué cámara llevas. Que una que me regaló un buen amigo, pero eso le tengo mucho cariño. Que si yo tengo una, pero automática. Que si es para que cuando regreso a casa pueda ver si lo que he pintado está bien capturado.
Acuarelista de almas, artista de rocas y arena. La espontaneidad de la pintura tiene más vida que cualquiera de mis fotografías, instantes congelados, perversos robos. Sus dibujos sonríen, se mecen por el viento, sueñan con las olas. Media hora de conversación, un nuevo amigo, y hasta el año que viene.
La luz se cuela entre los árboles. Ellos dejan que entre, leve, blanda, suave.
Debería terminar aquí el texto, porque me ha quedado muy poético. Pero claro, tanto divagar me he dejado en el tintero una serie de sucesos, ahora sí, menos profundos y más divertidos, que también acontecieron en esos días. Y es que una semana de Séptimos ha dado mucho de sí. Mucho.
Me pierdo en sus rocas, en su espuma. Esa mar que me llama, que me grita, que me exige.
Mientras sonrío acordándome de Jose y sus acuarelas (otro Jose, sí, el dragón tiene tres cabezas), me doy cuenta de que en esa misma semana he conocido a su némesis. La verdad es que la vida está llena de casualidades sorprendentes si las sabes ver… Un arquitecto, un pintor, escultor de casas, transformista de espacios. Un ego más grande que Santa Liberata. Cuatro palabras, discretamente me llama fea, indiscretamente se autoproclama más listo que cualquiera y declara a viva voz condición política y odios profundos. Arquitecto y destructor en la misma ciudad, quién da más.
Todo esto lo relato entre risas sentada en el borde del camino. Mi amiga, mi otra hermana, asombrada con los ojos como platos. Como en la escena final de una gran película, voy terminando mi relato y poco a poco acuden al punto de encuentro mis padres, mi hermano y su hermano. Sólo faltaba mi otra mitad, gemela con doce años de diferencia, final de sus vacaciones, comienzo de trabajo.
El sol se va poniendo. Todos miramos hacia el fondo como si fuese el telón que va bajando.
- ¡Atención atención! ¡Que se oculta ya! ¡Saca una foto! Bueno, nunca quedan igual, ¡pero hay que tenerla! -Jo, qué manía tienen las parejas de ahora con sacarse las fotos de la boda en la playa. Mira, pero si ya han metido a la novia en el agua… pues yo creo que hace un frío interesante… Si es que no tiene sentido… -¡Pero mira, hombre, que se oculta ya el sol!-¡Al novio no le van a quedar más ganas de matrimonio, se debe de arrepentir... Ya la está cargando a las espaldas… -¡Pero calla y mira!
Un toque en el hombro, Jose, el que faltaba para terminar el cuadro, me saluda y me llama por mi nombre. Mi amiga se gira y lo ve. Él sonríe mientras se aleja corriendo, como todas las tardes al acabar de trabajar. Instante polaroid, la luz titila, nosotros aplaudimos.
Hasta el Séptimo que viene.


Sólo para mí, sólo para ti.




jueves, 20 de septiembre de 2012

Baiona, A Real (verídico). Primera Parte.

El cazador de metal.

Mi trono de piedra. Soy muy posesiva en lo que él se refiere. Cada año podéis vernos en familia sentados admirando los dominios. Verídico.
¿Por qué?, preguntáis algunos. ¿Qué pasó que no hay actualización?, preguntáis otros.
Si esas voces que preguntan están sólo en tu cabeza, ¿por qué no acudes a un especialista?, me decís la mayoría…
Por esta puerta salían los frailes a bañarse a la playa a la que le dieron nombre. ¿Con hábito o sin él?
Paseando por los exteriores de la muralla altos pinos te acompañan... Frodo, ve raudo...
Todo tiene una explicación. Y es que por fin he tenido mi Semana de Séptimos. ¡Hasta en las academias tenemos vacaciones! Y para no faltar a mi tradición familiar…
Calita maravillosa para nadar en soledad.
Septiembre simboliza Baiona.
¡Anda! ¿Quién será esa sombra que me asombra?
Pequeña villa turística desde tiempos inmemoriales y segunda casa junto a Panxón y Praia América de todo buen ourensano estival, Baiona es un lugar perfecto para dejarse llevar por el sonido del océano, las gaviotas y el viento entre los altos pinos que vigilan incansables desde la muralla. Al menos, eso es así en septiembre, claro… Hay gente que dice que julio y agosto es un hervidero de gente. Pero claro, hay también gente que dice que hace mal tiempo… Ahhh, pobres de vosotros, que escogéis la mala época.
Gaivotas en concilio
Desde que entras por Rocamar observando las olas que rompen dejando espuma blanca que te inunda el alma, hasta que salgas por Santa Marta intentando olvidar que ya tienes que regresar a la rutina (ejem, el orden de los factores no altera el producto, se entiende) tienes muchas posibilidades de ocio. No es el sitio con mejores playas de la costa ni mucho menos, pero para el ojo experto (y veterano) tienes puntos clave donde recordar que el agua fría es una maravilla de nutrientes, con lo que no nos debemos quejar. Por un lado, con la marea alta, tanto la Cuncheira como la playa de Frades son sitios idóneos para quien esté un poco acostumbrado a nadar en zonas de mar abierto. Si se busca un lugar tranquilo perfecto para los más pequeños, la playa de Santa Marta, a quince minutos del centro, es de elección. Para nadar con tranquilidad recomiendo una pequeña cala que desaparece con marea alta pero a la que siempre se puede acceder por las rocas, situada entre una antigua cetárea y el malecón, donde si os fijáis en estos meses caniculares, veréis a una joven mirando las nubes y soñando con la eternidad del instante… Pura poesía. Si lo que os gusta es ser espectadores del ímpetu del océano, dejaos seducir por las rocas plagadas de mejillones y colonizadas por tranquilas gaviotas que os permitirán cortejar unas aguas que regalan siempre lo mejor de ellas mismas.
Mirando por la ventana que da a la mar.
Y con diez cañones por banda.
Y como una buena amiga mía apunta… mes con la letra “r” en su nombre significa buen marisco. Baiona es un gran sitio para disfrutar de la comida, y si se sabe dónde apuntar, aún encima será asequible. Para los que alquiléis apartamento la plaza abastos, recientemente modernizada y centro neurálgico la villa tiene lo más fresco de lo fresco. Oigan. Una simple merluza, pues sin parangón. Para los más carnívoros, la mejor carne de ternera también la he probado aquí.
Cielos que claman su protagonismo al atardecer; yo me dejo seducir.
Y si vuestra opción es la comodidad de un buen restaurante, tenéis para todos los gustos: familiares y excelentes sitios de tapas, restaurantes con gran relación calidad-precio y locales prestigiosos donde poder sacar la VISA a gusto, para quien lo desee. Sin olvidarnos de ese ente donde derrochar a mansalva que es el Parador (fortaleza de Monterreal). No durmáis allí a menos que os sobre mucho, no toméis nada a menos que no os importen las cifras. Pero visitadlo, que por un euro podéis rodear toda la muralla, soñar con los cañones y los torreones y explorar en busca de tesoros entre las ruinas de la casa de los criados. De vez en cuando, hasta podéis ver a un joven de barba castaña y vestido al modo medieval encomendándose para la guerra y posando, ya de paso, para una fotógrafa paciente y arriesgada. Si es que tiene de todo.
La calita de las fanecas, paraíso terrenal. Yo aviso. De ambas cosas.
Por supuesto, no nos podemos olvidar de la villa en sí. Baiona marca la diferencia con los demás centros de vacaciones de la zona por poder presumir de uno de los más interesantes cascos históricos. Santa Liberata, la Colegiata, el crucero de la Santítima Trinidad. Sus calles de piedra, la casa del Concello. Sus fuentes, su gente, cada esquina, cada pared. Descubrir algo nuevo de cada vez.
Piedra y sal.
Hasta aquí he intentado dar una visión general de lo que puede ofreceros Baiona. Muchos de vosotros iréis y me diréis que deja de ser un sitio agradable para pasar una tarde. Pero es que para mí… ¡Ay!
Por eso habrá una segunda parte ;)
¡No nos despedimos!












martes, 4 de septiembre de 2012

VILLAS CON ENCANTO: DULCES Y HELADOS, Y PARA COMPENSAR, VEREDAS CON PATOS. ALLARIZ EN UN DÍA

Por supuesto, cada Séptimo es especial…
Pero claro, una no lo puede evitar, haylos más especiales que otros…
Este Séptimo he cumplido otro de mis rituales estivales, y hay que decir que con este hemos conseguido no faltar a ninguno (casi casi, puñetera Festa da Historia, que aún me duele). Mi amiga, la que viene de tierras bañadas por el mar y el viento, la que redescubre conmigo cada año a Batman, Superlópez y Totoro en Viñetas con un gofre de azúcar glas (por poner un ejemplo), ha venido a hacer su visita.
Y claro, los Séptimos son breves pero intensos. Vamos, que en el fin de semana acorto mis horas de sueño casi a la mitad…
Veréis.
Ourense. Casco vello. Claro. Licor café. Claro. Música de la buena. Elvis Presley. Sam & Dave. The Rolling Stones. The Beatles. Y aún encima, ¿con visita sorpresa? Vamos, que allá salimos por la noche unas cuantas MIRicas con otros tantos no MIRicos (ahhhhhhh, se agradece mucho) en pos de unas copas do negro café aderezadas con unos cuantos cientos de pipas… y a mover el esqueleto (es necesario, estábamos transportados a otra época). Suficiente para sacarte el polvo del simulacro de encima.
Llegar de madrugada. Acostarte con los pies cual leprosa tuberculosa (1-anestesiados 2-con los nervios engrosados 3-con máculas 4-con alteraciones vasculares indeterminadas 5-hazme un Mitsuda y ya verás que todas son correctas). Levantarte. Temprano. Demasiado. Pero “es que hay que aprovechar”. ¡No pasa nada! Desayuno de campeones, con colacao (té para mí), bizcocho hecho con amor (¡fundamental! Y el ingrediente X), y por qué no decirlo, arroz con leche (porque lo habías probado caliente y era para catar el tránsito al frío). Ducharse. Vestirse con emoción. Coger el coche y… Allariz.
Maravillosa e inexcusable excursión. Una villa que cada vez crece más pero sin olvidar lo importante de la esencia de sus calles. Casitas de piedra y tortuosas sendas con historia que nos llevan a recorrer un camino lleno de gente. Algunos vienen por primera vez y que se les puede leer en los ojos lo que están pensando...
Que hay que ir a la zona de la Alameda porque está la feria del dulce.
No os pongo fotos del resto, que os babáis y ya parece que tengo un serio problema con la comida. SERIO.
Manda huevos. Como para mantener la línea.
PATOPATOPATOPATOPATOPATOPATO
Después de haber adquirido unos “regalitos para la familia (que si eso, repercuten en mí)”, habíamos hecho suficiente vacío en el estómago como para ir de tapas. Elegimos nuestro sitio habitual Baiuca, tranquilo establecimiento por debajo de la plaza del Concello, en uno de los laterales. Tiene mesas fuera para disfrutar del tiempo, pero el sol daba demasiado de plano como para planteárselo. Ensalada con manzana y frutos secos y una tortilla con la que comimos como si no hubiese mañana. Café y sobre todo… largas sobremesas. Me he dado cuenta de que las comidas sólo son excusas para eso.
Y claro. De postre… copa de helado. Al lado del río, en la zona de la Alameda, encontráis La Fábrica, un precioso bar con galería y un balcón que dan al río y desde donde tomar las cosas te sabe 10 veces mejor (¡en serio! Comprobado: es estadísticamente significativo, aceptamos la hipótesis alternativa).
La soledad del árbol, la luz que juega, yo sólo me quedo a esperar que todo ocurra.
Consabida sobremesa del postre y pequeña ruta de senderismo, que no podía faltar. Si vais por el lado del río de La Fábrica y os acercáis en el sentido en que está la verdadera fábrica (que es un pequeño museo de curtidos) encontraréis un camino que discurre por las orillas del río. Muy cómodo y sin dificultades, pero precioso para dar un paseo y bajar todas las viandas (y que no se te queden a la altura de tus glúteos). Y tuvimos mucha compañía: una nube de mosquitos tan majos que casi no me dejaban sacar las fotos. Pero merece la pena.
Jugando debajo de los puentes. Siempre hay algo que descubrir.
Reflejos en el agua...
Regresamos absolutamente hipotensas a nuestro punto de guardar partidas (vamos, La Fábrica) para recuperar líquidos. Y el sueño, para qué negarlo, nos vencía.
Después de un Séptimo inolvidable regresamos a Ourense. Ducha rápida y estación para despedir a mi amiga.
Haille que ir quitando eses pendóns.
Muchas gracias por regalarme un domingo así. Como dije en uno de los numerosos brindis, que repitamos el año que viene, que es lo que hay que desear.
Y... mi lugar favorito.
Y chicos… chan chan chan chan…
El próximo día retransmito desde la playa.
¡Hasta el Séptimo que viene!